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A la caza de Megaupload

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Hemos hablado en muchas ocasiones, aquí y prácticamente en todos los blogs de Internet, acerca de la ley de propiedad intelectual, de la piratería y todo lo que conlleva. A estas alturas, cualquier cosa que se pueda decir es superflua, ya que estamos tan saturados de información que no la haríamos ni caso. No tengo ni fuerzas ni ganas para hablar de Alejandro Sanz, de la Ley Sinde y su versión Americana, porque no hay más que encender la televisión para ver el revuelo que ha armado el cierre del servidor de descargas Megaupload, a cuyos fundadores puede caerles una suma de unos cincuenta años de cárcel, más del doble de lo que te puede caer por asesinato. Y cuanto más miras, más lees, más ojeas los titulares y el repentino interés por Internet, más te das cuenta de que la política no tiene ninguna utilidad lógica más allá que la de servir de herramienta a aquellos miembros de distintos Lobbys que buscan el máximo beneficio y rentabilidad a sus negocios.

 

Seamos claros: el dinero es lo que mueve el mundo, y se necesita para absolutamente todo. Desde tener mejor asistencia sanitaria a poder ir al cine, a cenar fuera de casa o a poder vivir en una casa mejor. El dinero tiene que seguir un flujo incesante hacia arriba partiendo de cualquier negocio, y el audiovisual no es sino uno más de ellos. Pero pocos son conscientes de la gran cantidad de dinero que genera una película como las de Michael Bay, y las absurdas técnicas publicitarias de los blockbusters y grandes productoras de cine y música. Ellas actúan como mediadoras entre los productos y el público, y recogen las ganancias de su distribución. El problema es que a día de hoy el acceso a la información es más que un privilegio, es considerado una necesidad de primer orden. Periódicos, blogs como el que estás leyendo ahora mismo o páginas donde compartir música, cine y televisión han experimentado una gran expansión, hasta el punto que cada uno podemos “crearnos” nuestra oferta audiovisual a nuestro gusto, descubrir nuevas películas y aumentar nuestra cultura.

El problema es que hace años eran las televisiones quienes compraban las series, quienes las emitían y las abandonaban a su antojo. Juego de Tronos está olvidada en un cajón de Antena 3, quien la ha comprado y no tiene intenciones de emitirla a corto plazo. Sin embargo, en una sociedad global como la nuestra, somos conscientes de su presencia y su atractivo. Fans de todo el mundo la ven y la comparten, escriben subtítulos en tiempo récord y tratan de que todos podamos disfrutarlo. Esto no está suponiendo ni de lejos la muerte del negocio, sino que está produciendo un rápido crecimiento. Nunca se han hecho tantas series como ahora, jamás se han podido sacar películas hasta de los juguetes de comida rápida en los restaurantes, nunca como hasta ahora se ha vendido merchandising, ediciones especiales y DVDS como está sucediendo ahora. El problema no es que el espectador sea un ladrón que disfrute hundiendo en la miseria a los creadores, sino que las productoras, las que manejan la cultura y el entretenimiento (un pilar básico en nuestra sociedad, ya desde la época de los romanos, como ya sabemos) no están modificando para nada su forma de distribución. Los dueños de las productoras ven a Internet como un gran almacén del que ellos no ven ningún beneficio, y es algo que tienen que cortar por lo sano, en vez de pararse a pensar que están intentando nutrir un mercado nuevo con un modelo de negocio antiguo.

Lo que está pasando sería como si los fabricantes de máquinas de escribir denunciasen a Steve Jobs y Bill Gates por quitarles el empleo, y eso es básicamente lo que pasa aquí. Hombres mayores buscando controlar un negocio que pertenece a una generación posterior, y que usan su poder y su dinero para controlarlo. Al margen de la legalidad si es necesario. Una prueba clara es la siguiente: Barack Obama se ha opuesto a la famosa Ley SOPA americana, pero algunos de las mayores compañías del sector le dijeron que se lo pensase un par de veces, ya que de lo contrario, retirarían su apoyo económico para su campaña de reelección.

Como vemos, la política se puede cambiar, las leyes se pueden cambiar, y lo único que distingue a un héroe de un villano es quién pone el dinero para escribir los libros de historia. Mark Zuckerberg es el hombre del año cuando proporciona nuestros datos privados a esas compañías que nos llenan de publicidad, creando perfectos perfiles acerca de nuestros gustos y nuestros hábitos de consumo. Pero el fundador de Megaupload cometió el fallo de querer demostrar que vivía a cuerpo de rey, con fiestas, deportivos y mansiones, convirtiéndose así en un objetivo de esa gente que necesita buscar un culpable y demonizar lo que puede ser una gran fuente de beneficios pero que de momento corre peligro de desaparecer porque quizá cuesta mucho crear un modelo de negocio nuevo. La historia de siempre.

Me gustaría pensar que no hay que preocuparse en exceso, o que todo esto se veía venir. Es el choque entre lo viejo y lo nuevo, y como siempre, un cambio en el mundo en el que vivimos obliga a la gente a posicionarse y tomar una decisión con respecto a él. Es algo que ya comenté en el post que hice sobre el cine en tres dimensiones, cuando algunos pensaban que la salida del VHS estaba a punto de acabar con Hollywood. Esto viene a ser lo mismo, y era de esperar que las batallas que a nosotros nos toque librar tengan lugar en un campo de batalla digital, a base de palabras y enlaces, mientras haya seres arcaicos que o no saben o no quieren saber lo que tienen delante de ellos. Seguramente, dentro de unos años Internet será una gran fuente de ingresos para las grandes productoras, aunque desaparezcan muchas funciones, o negocios como los videoclubs. Seguro que los que herraban caballos veían con muy malos ojos los vehículos de motor, pero es lo que hay. La lógica se acabará imponiendo, y todo esto no será más que una anécdota. Pero hasta que ese momento llegue, hay que plantar bien los pies y luchar para que la búsqueda celosa de beneficios de unos cuantos Lobbys no acaben sentando las bases para una posible censura con fines políticos o comerciales, mientras tratamos de que Internet siga siendo como un niño: joven, abierto y lleno de potencial.

 IP Anónima



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